martes, 2 de junio de 2015

El Pintor

Desde pequeño, cuando ensayó sus primeros garabatos, nunca más soltó el pincel. Era un artista, y era sabio. Se había hecho sabio gracias a su obra. Cada lienzo en el que trabajaba era un aprendizaje nuevo. Pintaba paisajes, y aprendía como funcionaba la naturaleza entera. Pintaba ciudades, y conocía así hasta las mas exóticas formas arquitectónicas. Pintaba objetos, y entendía cómo funcionaba la física y la ciencia en sus formas. Pintaba hombres y mujeres, tomando de ellos las respuestas a las más enigmáticas preguntas sobre el ser, la psicología, lo que hace a la humanidad y a la singularidad. De su arte abstracto, concluyó lo incuestionable del mundo, el sin-sentido que permite el entendimiento, por su contraste. Realizó todo tipo de obras durante décadas, de inagotables técnicas, colores, y dimensiones. Y con ellas era inmensamente sabio. En su última obra, una extraordinaria sublimación de intensísimos rojos como su sangre, comprendió. Su arte se llevo su vida, saldó con ella el imperio que construyó con su talento. Porque ni la dicha más plena prescinde de las vetas de lo que siempre resuena como ausencia. "Por haber sido tan sabio, nunca supe lo que se siente ser un ignorante" y expiró.