martes, 2 de junio de 2015

El Pintor

Desde pequeño, cuando ensayó sus primeros garabatos, nunca más soltó el pincel. Era un artista, y era sabio. Se había hecho sabio gracias a su obra. Cada lienzo en el que trabajaba era un aprendizaje nuevo. Pintaba paisajes, y aprendía como funcionaba la naturaleza entera. Pintaba ciudades, y conocía así hasta las mas exóticas formas arquitectónicas. Pintaba objetos, y entendía cómo funcionaba la física y la ciencia en sus formas. Pintaba hombres y mujeres, tomando de ellos las respuestas a las más enigmáticas preguntas sobre el ser, la psicología, lo que hace a la humanidad y a la singularidad. De su arte abstracto, concluyó lo incuestionable del mundo, el sin-sentido que permite el entendimiento, por su contraste. Realizó todo tipo de obras durante décadas, de inagotables técnicas, colores, y dimensiones. Y con ellas era inmensamente sabio. En su última obra, una extraordinaria sublimación de intensísimos rojos como su sangre, comprendió. Su arte se llevo su vida, saldó con ella el imperio que construyó con su talento. Porque ni la dicha más plena prescinde de las vetas de lo que siempre resuena como ausencia. "Por haber sido tan sabio, nunca supe lo que se siente ser un ignorante" y expiró.

jueves, 28 de mayo de 2015

La cura del enojo

El enojo es un estado emocional que se expresa verbal o físicamente. También puede no expresarse, y simplemente contaminar los pensamientos. De cualquier manera, el enojo tiene un componente emocional que implica ira, rabia, angustia, ansiedad, deseos de venganza, estrategias de revancha, etc. y un componente físico, que puede ir desde el llanto como traducción de la impotencia, hasta una casi involuntaria reacción de agresión física hacia personas o cosas, pasando por palpitaciones excesivas, contracturas, fricciones dentales, entre otras.

Para llegar al enojo, es necesario una persona que se sienta de esa manera  y una razón para estarlo. Esta razón puede ser provista por otra persona, y es entonces cuando uno se encuentra enojado con tal fulano. También puede generarla una situación, un hecho, o acción que puede haber sucedido en el pasado, ser presente, o esperarse para un futuro. La razón puede variar infinitamente, y está muy relacionada con los principios, deseos y creencias de la persona que sufre el estado de "enojamiento". 

Claramente, el enojo y sus consecuencias, lejos de intervenir en un cambio en la razón que lo genera, perjudica al recipiente de ese sentimiento. La racionalización que concluye en que el enojo no sólo es inútil, sino que es perjudicial para uno mismo, ayuda bastante a mejorar la calidad de vida, y a pensar otras formas de asimilación de lo que uno percibe como realidad. Si concebimos el enojo como una opción personal, ajena a todo lo demás, es más fácil evitarlo y en su lugar tomar posturas mucho mas constructivas para resolver una situación que no podamos entender o cambiar. 

De esta manera, el enojo bien manejado, en vez de suscitar un dolor de cabeza, puede convertirse (si elegimos este camino) en motor que movilice nuestras acciones hacia horizontes mas prometedores y productivos, generadores de estados emocionales más felices.     

Angustia


Una sombra suena, pasa, se va...
como siluetas que opacan la luz de la ventana
Están ahí, invisibles, insinuantes
pronunciando eternos los pliegues de un rostro viejo,
frontispicio inevitable de suspiros que se ahorcan.

Pasa. Pasa...

En la soledad de los párpados cerrados
Como la maldad, usando un sinfín de vestuarios,
monta teatros guionados de burlas y sosiego
Es el reflejo ajeno, inmenso y sin nombre
que estremece  un furioso mar de pensamientos.

Pasa. Pasa...

Sobre la certeza de sentirse así, pasa...
es el eco de una risa perversa, amena, deliciosa
Guía en un bosque de intentos altos, de hojas crudas,
delirio seductor que ordena elegir la trampa
ineludible y estática desde ese mismo momento.

Pasa. Pasa...

Aplausos

Un día tomó la decisión: su vida sería la música, y los aplausos de la gente el alimento de su alma. Y se sintió pleno. Por eso no entendió cuando, al intentar pagar -aplaudiendo- la cuenta del restaurante que alimentaría su cuerpo, el encargado lo invitó a retirarse…

martes, 6 de enero de 2015

Un final para Elisa


Ni en un cuento hubiera ocurrido mejor. De repente, en pleno paseo por una veredita de adoquines y arboles otoñales, a Elisa le cayó una maceta en la cabeza. Una maceta con flor y todo, que anteriormente decoraba el balcón de un pequeño edificio en decadencia, pero con vista al mar. Fue un golpe seco, inesperado. A tal punto no se lo esperaba que no estaba muy segura si gritar del dolor, o del susto. Quedó sentada en la vereda, con las piernas largas abiertas como tijeras. Inmediatamente se acercaron los vecinos y peatones, algunos para ayudarla,otros para enterarse de los detalles del alboroto. Elisa se paró un poco confundida pero entera, alentada por la ola de preguntas que se repetían como ecos. “No las imagino, vienen de afuera” pensó aliviada. Al cabo de unos minutos llegó la ambulancia. El médico insistió, y marcharon camino al hospital.

 Las tomografías mostraron el cerebro de la joven, intacto. Pero el análisis clínico no diría lo mismo. Al parecer había perdido el sentido común. Así, de un macetazo. Los especialistas explicaron que dentro del encéfalo existen ciertas conexiones en forma de resortes neuronales que permiten algún tipo de dinámica que a su vez activa los centros nerviosos correspondientes a áreas que evalúan patrones percibidos sensorialmente, haciendo posible entender las cosas con el tamiz del sentido común. Elisa no entendía cómo, no entendía nada, ni siquiera que no entendía, porque ya no podía hacerlo. “Se me aplastaron los resortes, pensó”. 

Siguió su vida, alegre, sin darse cuenta de cuánto incomodaba a la gente, sin distinguir lo que estaba bien de lo que estaba mal, lo que era adecuado o inadecuado, lo que era preferible de aquello que no. Se dice que pasaba las tardes en la plaza del barrio, sentada, a veces de pié, pero siempre observando con gran asombro y curiosidad una botella que contenía un velerito a escala.

 El día trágico llegó. Todos sabían que iba a pasar, y hasta sospechaban cómo iba a morir Elisa. Las hipótesis populares suponían que sería por mezclar vino con sandía, o  por bañarse en el mar justo después de almorzar. No les dio con el gusto.” Se murió de la risa” dijeron los forenses. Tantas carcajadas la llevaron a una agitación tan intensa que su ritmo cardíaco se disparó y el corazón de la pobrecita finalmente colapsó.

 Elisa murió justo después de ver, en un bar de la ciudad, al capitán de un barco bebiendo directamente de una botella.