martes, 6 de enero de 2015

Un final para Elisa


Ni en un cuento hubiera ocurrido mejor. De repente, en pleno paseo por una veredita de adoquines y arboles otoñales, a Elisa le cayó una maceta en la cabeza. Una maceta con flor y todo, que anteriormente decoraba el balcón de un pequeño edificio en decadencia, pero con vista al mar. Fue un golpe seco, inesperado. A tal punto no se lo esperaba que no estaba muy segura si gritar del dolor, o del susto. Quedó sentada en la vereda, con las piernas largas abiertas como tijeras. Inmediatamente se acercaron los vecinos y peatones, algunos para ayudarla,otros para enterarse de los detalles del alboroto. Elisa se paró un poco confundida pero entera, alentada por la ola de preguntas que se repetían como ecos. “No las imagino, vienen de afuera” pensó aliviada. Al cabo de unos minutos llegó la ambulancia. El médico insistió, y marcharon camino al hospital.

 Las tomografías mostraron el cerebro de la joven, intacto. Pero el análisis clínico no diría lo mismo. Al parecer había perdido el sentido común. Así, de un macetazo. Los especialistas explicaron que dentro del encéfalo existen ciertas conexiones en forma de resortes neuronales que permiten algún tipo de dinámica que a su vez activa los centros nerviosos correspondientes a áreas que evalúan patrones percibidos sensorialmente, haciendo posible entender las cosas con el tamiz del sentido común. Elisa no entendía cómo, no entendía nada, ni siquiera que no entendía, porque ya no podía hacerlo. “Se me aplastaron los resortes, pensó”. 

Siguió su vida, alegre, sin darse cuenta de cuánto incomodaba a la gente, sin distinguir lo que estaba bien de lo que estaba mal, lo que era adecuado o inadecuado, lo que era preferible de aquello que no. Se dice que pasaba las tardes en la plaza del barrio, sentada, a veces de pié, pero siempre observando con gran asombro y curiosidad una botella que contenía un velerito a escala.

 El día trágico llegó. Todos sabían que iba a pasar, y hasta sospechaban cómo iba a morir Elisa. Las hipótesis populares suponían que sería por mezclar vino con sandía, o  por bañarse en el mar justo después de almorzar. No les dio con el gusto.” Se murió de la risa” dijeron los forenses. Tantas carcajadas la llevaron a una agitación tan intensa que su ritmo cardíaco se disparó y el corazón de la pobrecita finalmente colapsó.

 Elisa murió justo después de ver, en un bar de la ciudad, al capitán de un barco bebiendo directamente de una botella.

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